bondi prensa

La Nación
1 de noviembre de 2009
Por Verónica Pagés

Es un viaje repleto de humor y poesía (de hecho, la obra está inspirada en bellísimos poemas de Katherine Mansfield), pero con el sello de esta directora, lo que se traduce en un equilibrio perfecto de estos dos componentes. Wachtel tiene la fina sensibilidad de combinar humor y poesía, de tal manera que es difícil saber cuándo empieza uno y dónde la otra. Y desde allí se disparan las historias más desopilantes, las más tiernas, las más mágicas. Así es, precisamente, este viaje alocado de un colectivo con destino a La Boca que se desvía, toma vida propia y se transforma en una trampa más cercana al delirio que al miedo.

Los pasajeros de ese "bondi" son un grupo de jovencísimos actores que les dan deliciosa vida a sus curiosas criaturas. Cada uno tiene una particularidad que lo hace único y querible. Ellos viajan en ese colectivo bocetado apenas con unos caños y unas sillas; nada más, hace falta para imaginárselo en su loca ruta hacia la nada. Es un viaje de apenas 50 minutos, en el que hay romance, fiesta, peleas, canciones, toda con una sutileza y una delicadeza que evita fáciles estridencias. Un encanto, de punta a punta: la obra, los actores, la directora y su puesta. Uno se va con una sonrisa en el corazón.

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Crítica Teatral
30 de Abril de 2009
Por Monica Berman

El universo de un colectivo.
Hay cosas que se agradecen cuando se hace una propuesta escénica. Por ejemplo, que te aclaren que el espectáculo ha sido realizado por un grupo de alumnos del taller de montaje de Deby Wachtel. El espacio construido es el de un colectivo que solo remite a colectivo a través de signos relativamente imprecisos. Las sillas (desiguales) remiten a los asientos, en el frente, el cartel del 86 Ezeiza-La Boca (pero va a llegar un poco más lejos) hacia el fondo, dibujado, el paisaje (cuando cambien de escenario darán vuelta el cartel). Y adelante, a un costado, en sentido estricto casi afuera del vehículo de pasajeros, el chofer (bueno, una silla, las piernas, los zapatos). El universo que arman es absolutamente cohesivo y coherente, tal construcción del espacio, del chofer, crean la expectativa de una propuesta humorística. Y eso es justamente lo que nos ofrecen. Cuando llega el momento en el que una pasajera desea bajar, el chofer (como es lógico por sus características) hace oídos sordos al pedido y el colectivo sigue viaje. Con alguna reminiscencia a La autopista del sur de Cortázar (sólo que en lugar de estar en autos, poseen una plaza en un evidentemente desvencijado 86), los pasajeros están obligados a compartir un viaje, un tiempo, un recorrido que seguramente no desearían compartir. Y como ellos, uno supone que cuando el termine el delirante camino y lleguen nuevamente a la terminal, olvidarán el cumpleaños compartido, el baile, los conflictos y así sucesivamente...

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Revista siamesa
Marzo 2008
Por Perez Artaso Ariana.
Los hombres como valijas.
"Un colectivo con destino a la Boca se desvía. Nadie puede subir. Nadie puede bajar. Sólo les queda viajar mientras la Pampa se trepa en las ventanillas"
Con las “Guías T” bajo el brazo andamos seguros. Rogamos por que lleguen y rogamos por llegar. Hacemos colas, introducimos monedas, aspiramos bocanadas de mal olor, a veces –y con suerte- de buen olor. Nos apretujamos adelante, visualizamos asientos, advertimos movimientos y respiramos con cierto alivio el tímido viento que alguna benevolente ventanilla permite pasar; cotidianeidades éstas entre la ciudad, los colectivos y uno.
¿Pero, qué pasaría si un día nuestro recorrido fuera arbitrariamente alterado, si bajar o retroceder estuviese, de pronto, fuera de toda posibilidad? Algunas respuestas nos propone Bondi, espectáculo humorístico realizado por el grupo de alumnos del taller montaje 2008, dictado por Deby Wachtel en el Camarín de las Musas.
El encierro, el encuentro con uno mismo y con los otros son algunas de las problemáticas desarrolladas con alegría y casi acrobacia por siete pasajeros de la línea 86 rumbo a La Boca, quienes descubren, perplejos, que su impasible chofer ha decidido -sordo a los insistentes timbrazos y súplicas de los viajantes- cambiar el recorrido y sellar las puertas para que nadie pueda subir o bajar del colectivo. Nada les queda entonces más que viajar y dejarse llevar mientras la provincia de la Pampa se trepa en las ventanillas.
Colectivo de desconocidos sin nombre, vareados y estereotipados, este bondi a la deriva lleva en su interior desde a una obsesiva por el orden y la limpieza hasta a un ensimismado hombrecito de voz afinada y movimientos espásticos que se pregunta confundido y perdido ante la víbora interminable de camino pampeano: “¿Soy, o me hago? ¿Me hago el que soy, o soy el que me hago?”, en un intento por volver y reencontrarse consigo mismo.
Los personajes bailan, cantan, se pelean y enamoran dentro de este vehiculo coreográfico que se ordena, se desarma, y se vuelve a acomodar sin clausurar la libertad de lo posible (menos la de detenerse, claro, y mucho menos la de bajarse)
Inspirado en poemas de Katherine Mansfield y Giorgio Manganelli, el grupo dirigido por Wachtel, compuesto por jóvenes actores que rondan los 20 años, nos invita a subirnos a su obra. Con monólogos escritos por ellos mismos, nos muestran durante el trayecto que los hombres pueden ser como valijas; llenos de cosas –buenas y malas- que emergen a la superficie en el momento menos esperado.
Bondi divierte, alegra y atrapa más allá de la angustia del encierro y la falta de autonomía que implica el no poder decir basta, detenerse y seguir con el rumbo establecido, amparados por la seguridad de lo planeado. Y es que este colorido grupo nos está dando, tal vez, la clave ante ello: el humor, que pareciera ser ese algo que, en definitiva, siempre nos salva a lo largo del camino por más incierto que nos resulte.

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Noticias Urbanas
Por Daniel Gaguine.

Historias de colectivos... o bondis, como se les llama en "porteño". Una pareja que se conoce arriba del 141 o un 86 que se desvía a La Pampa cuando iba a La Boca. Relatos de lo que pasa arriba de los colectivos. Personajes que aparecen y se reconocen. Siempre a través de un humor sano, limpio, sin dobles intenciones más que hacer reír y provocar un buen momento. Los diálogos son simpáticos y delirantes pero con la gran virtud de no caer en un cliché reiterativo y aburrido. La distribución del espacio es correcta y permite el desenvolvimiento de un elenco joven, que sale airoso de su primer examen en una sala como El Camarín de las Musas.
Con actuaciones acordes a lo requerido, "Bondi" es una obra que logra su cometido de divertir (se) con herramientas efectivas y sencillas.